martes

One little, two little, tree little indians.-

- Ya te he contado muchas veces esa historia.
- Pero sabes que me gusta.
- No quiero contarla ahora.
- Pero no tenemos nada más que hacer, y tengo muchas ganas de oírla de nuevo.
- Está bien, te la contaré nuevamente.

“Estaba terminando mi último año de universidad, cuando por un partido de fútbol decidimos ir con unos compañeros a beber un par de cervezas. Realmente jamás me interesó el fútbol, tú sabes, pero me entretenía verlos apostar, embriagarse e insultarse, y no tenía nada mejor que hacer. Me aburrí y me fui de allí un par de horas a caminar.
Siempre disfruté caminar, y más aquel día que estaba lloviendo. Caminé sin rumbo mientras veía a las personas huir de la lluvia. En un momento comencé a estornudar, y temía resfriarme, por lo que entré en una tienda con la excusa de comprar algo. La dueña del local me miró con cara extraña, ya que olía a cerveza a pesar de que había tomado poco, así que decidí comprar una cajetilla de cigarros, para disimular. Estaba pagando, cuando un sujeto me toca la espalda; era un viejo amigo que no veía hace un par de años. Lo saludé como se saluda a las personas queridas que no se ven hace bastante tiempo, junto con las preguntas típicas de cómo está, que es de su vida, y que está haciendo ahora. No había nada de especial en él, era el mismo sujeto de siempre, haciendo lo mismo de siempre, con la vida de siempre, sin embargo me agradó verlo. Decidimos caminar juntos, hasta que me invitó a comer algo. Acepté sin pensarlo, ya que moría de hambre, como buen universitario que bebe sin tener nada en su estómago.
                Caminamos un par de minutos, mientras conversábamos animadamente, hasta que nos percatamos de que todos los lugares para comer estaban cerrados por la lluvia y por la poca cantidad de gente que andaba a esas horas en la calle.
- Mira, allí hay algo abierto – me dijo de pronto, apuntando hacia algún punto que no veía. Obviamente respondí - ¿Dónde? – ya que mi miopía me impedía ver a larga distancia. De pronto hizo algo que me sorprendió: se puso lentamente detrás de mí, me tomó de la cintura fuertemente, y me atrajo hacia él mientras susurraba lentamente en mi oído – Allá – y me apuntó de más de una manera hacia donde quedaba el lugar. Me moví lentamente, y aunque ya había visto el lugar giré mi cabeza hacia donde estaba su boca y le dije con voz inocente – Sigo sin ver nada. – Sonreí, mientras él deslizó lentamente un dedo por debajo de mi pantalón. – Creo que ya vi donde está. – Y me separé lentamente de él, mientras caminaba hacia el lugar. 
Obviamente él me siguió, hasta que llegamos al lugar que había visto; era un viejo restaurante chino, que era de suponer que tendrían abierto a las dos de la mañana en una noche lluviosa. Entramos y pedimos la comida. – Si quieres podemos pedirla para llevar e ir a mi departamento…- ofreció él. Invitación que por supuesto negué, no quería despertarme en un lugar desconocido en otra parte de la ciudad, y después tener que volver a casa. Prefería irme a mi casa esa noche, y no quería invitarlo. Él no insistió más en el tema, ya que me conocía, y sabía que era mejor no insistirme o saldría corriendo lo más rápido posible, así que intentó otra cosa. Mientras esperábamos la comida, hablábamos animadamente de muchas cosas que no recuerdo, ya que comenzó a acariciarme lentamente las piernas por debajo de la mesa. Sentía como sus manos me tocaban con suavidad, en un principio para ver mi reacción, y luego cada vez con más intensidad y brusquedad, hasta que llegaron al punto donde querían llegar. Al principio seguía conversándole con normalidad hasta que estuve completamente mojada y no solo por la lluvia. Sus caricias se hacían más intensas, sabiendo lo que me estaba provocando, y continuaba poniéndome temas de conversación para que yo hablara por mucho tiempo. Hubo un momento en que no pude seguir hablando y lo miré pidiéndole por favor que parara. Él lo comprendió inmediatamente y sonrió maquiavélicamente; había perdido el control que había ganado al principio, pero la llegada de la comida le impidió más daño a mi orgullo. Sabía como recuperar el control, así que me levanté de la mesa con lentitud. Puse una mano en su hombro derecho mientras le susurraba en su oído izquierdo que iría al baño a lavarme las manos. Caminé lentamente al baño, mientras presentía que me seguía con la mirada, y fue cierto, cuando lo comprobé antes de entrar y le sonreí enarcando una ceja. Sabía que a los pocos segundos el estaría allí y así fue. Entró al baño de mujeres, mientras me lavaba las manos y le preguntaba inocentemente - ¿Qué haces aquí? – mientras él ya me había tomado brutalmente por la cintura, besándome, y sentándome en el lavamanos. Mientras me mordía el cuello me acariciaba hasta encontrar el botón de mi pantalón. Lo desabrochó, mientras su boca descendía por mi cuerpo hasta llegar a mi ombligo y a su meta (que también era la mía.)” 
- Esa fue la última vez que estuve con un hombre, y ¿sabes, Amanda? Ese día descubrí que era un buen trompetista después de todo, por su buen manejo de la lengua.
- ¿Ah, sí? Espera a ver lo que te hago esta noche después de escuchar esta historia.

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