jueves

Trescientos Dos.

- ¿Qué te pasa?

- ¿Por qué?

- No sé, estás como rara.

- ¿Rara?

- Sí… te ves distinta.

- Debe ser el nuevo corte de pelo.

- No me refiero a eso… te ves como… enamorada.

Dudó si decirme como me veía, temía lo que le respondería, temía mis razones, temía que dijera que lo había olvidado tal como lo hizo él conmigo.

- ¿Enamorada, yo? ¿Por qué dices eso?

- Te mueves más torpe de lo de costumbre, pocas veces escuchas lo que te digo, estás la mayoría del tiempo flotando en otra dirección. Tu sonrisa, tus ojos…

- ¿Qué tienen?

- No sé. Sonríes al ver una luz, tus ojos brillan demasiado como si estuvieras permanentemente recordando muchas cosas.

- Debe ser que tengo una canción pegada en la cabeza, o que lloverá.

- No te creo.

Realmente no sabía que responderle. No sabía las razones, no sabía que me conociera mejor que yo a mi misma. Quizás recordaba, quizás era la lluvia, quizás era él mismo y su presencia, o tal vez no.

- Recuerdo cuando te vi así un tiempo… y era por mí. Pero ahora estoy seguro que no es por mí.

- ¿Y por quién es, entonces? Realmente no sé la respuesta.

Dudó si responderme o no. Hacía bastante tiempo que no nos juntábamos a conversar, y el hecho de que haya sucedido esta vez era solo coincidencia. Él no sabía nada de mi vida actual, y tampoco le había hecho un resumen de lo que me había pasado, a pesar de que él si lo había hecho conmigo.

- No lo sé. Pero me alegro de que sea así…

- ¿Por qué?

- Porque te ves más linda así. Actúas como si todo lo que sucediera a tu alrededor estuviera perfecto, a pesar de que se esté derrumbando. Eres más optimista, e intentas que todo el mundo esté feliz tal como tú lo estás. Así te veo… maravillosamente feliz.

- Que raro.

- ¿Por qué?

- No tendría razones para estarlo.

- Sin embargo lo estás.

- Y no sé por qué.

- Esa es la mejor de las razones.

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