miércoles

Tú.

“Recuerdo aquella vez en que me entregaste la carta. No sabía que hacer, que pensar. Hasta ese momento eras mi amiga, y el que me confesaras sentimientos tan bonitos, tan genuinos me hacían verte de una manera diferente. No sé si en ese momento comencé a quererte de otra forma, solo sé que me sorprendiste. Jamás pensé que alguien pudiera sentir algo así por mí, siendo yo un idiota incapaz de ver nada. Jamás pensé que eras capaz de declararte de esa manera, siendo tu tan reservada. Jamás pensé que aquella tarde de otoño sería tan perfecta, y que la recordaría a la perfección hasta ahora, y que por eso amaría esa estación. Me sorprendiste demasiado. Creaste un mundo completamente distinto al que teníamos y lo repletaste de palabras hermosas, de canciones, de películas, de gatos, de lluvia. Todo lo hermoso que teníamos lo concentraste allí, y por alguna razón quise entrar en ese mundo, pero había muchas cosas que me lo impedían; por ejemplo nuestras personalidades explosivas. Si siendo amigos discutíamos mucho, no me imagino siendo más que amigos. Eres exactamente lo contrario a mí, ves exactamente de otra manera las cosas que yo veo. Aunque a veces no somos muy distintos. ¿Ves? Incluso somos una paradoja. ¿Cómo tener una relación así? Explotaríamos, aunque de muchas maneras. Quizás sería maravillosa y genuina y silenciosa y bulliciosa nuestra explosión o quizás sería un error garrafal. Por eso mismo pensé en ese momento que no lo averiguaría de otra manera si es que no lo intentaba. Sin embargo, había otro pero en el asunto, con nombre y apellido: Marcela. Desde el momento en que me entregaste la carta comencé, sin querer, a compararlas; que es lo que las hacía que me gustaran, que es lo que no y cosas así para intentar convencerme de que no me quedara contigo y sí con ella, para tener una vida más simple. Porque era cierto, desde el momento en que estuviéramos juntos nuestra vida se complicaría, (y así lo fue, así lo fue), y sin embargo lo intenté de todos modos. Y aquí estoy, un par de años después, recordando todo esto mientras bebo algo. Y aquí estoy, casi de la misma manera que cuando me entregaste la carta: sorprendido y aferrado a ti. Y aquí estoy, sin poder hacer nada, o haciéndolo, olvidándote de todas formas con cada vaso, hasta que aparece un recuerdo maravilloso que me lo impide, hasta que aparecen tus ojos que me lo impiden, o hasta que apareces tu misma y me vienes a saludar por mi cumpleaños. Maldito doce de agosto.”

No hay comentarios: