jueves

Una noche de tragos más, una noche de amigos inventados con rostros olvidadizos que amortiguan sus golpes con cantos, bailes y más y más alcohol. Una noche que pretendes que sea igual a las otras, pero no es así, ya que horas antes todo cambió. Hasta ese momento no supiste que todo había cambiado, solo habías asumido que todo esto era algo pasajero, pero nada que revelara algún cambio importante, nada que revelara un adiós, una ausencia.
No supiste que aquel día sería el último, solo te alejabas y acercabas periódicamente a él, para pretender que estabas acatando su acuerdo, y a la vez que no lo perdías. Al principio inventabas excusas para verlo; que mi madre pregunta mucho por ti y no sé que responderle, que debo hacer un trabajo y necesito tu ayuda, que me siento pésimo y necesito que estés aquí. Tu intención no era manipularlo, aunque él siempre lo vio así, tu intención simplemente era que él se quedara un momento más y sobre todo que él no te olvidara así como así. Hasta que él se cansó y comenzó a rechazar tus invitaciones, las que nunca cesaron, solo comenzaron a ser menos habituales; que acompáñame a ver la obra de nuestra amiga, que no podemos faltar al cumpleaños de nuestra mejor amiga, que deseo verte porque es tu cumpleaños. Invitaciones las cuales simplemente no contestabas, o que él decía “no quiero juntarme contigo, aunque tengo muchas ganas de verte”, y te dejaba mucho más confundida que antes.
Les gustaban las mismas cosas, frecuentaban las mismas personas, vivían cerca por lo que siempre se encontraban y se seguirían encontrando. En esos momentos solían ponerse al día con lo último que les había pasado, hablaban de sus planes a futuro, de cosas importantes. Podían estar noches enteras hablando y recorriendo Santiago y no se cansaba el uno del otro. Pero hacía bastante tiempo que eso no bastaba; por alguna razón ambos se sentían obligados a responder de distinta manera en aquella relación. Y había algo que compartían: el odio a sentirse obligado a reaccionar, a ser, a sentir. Por lo que se alejaron o lo intentaron.
Eso no había sido definitivo hasta aquel día. Había muchas razones por parte de él detrás de esa determinación, y no solo el odio a sentirse obligado. Él deseaba con toda intensidad que tú fueras capaz de no necesitarlo, que hicieras tu vida, que no dependieras constantemente de él como habías hecho hasta ahora. Él sabía que muchas veces te habías imaginado la vida sin él y te desvanecías pensándolo. Eso debía cambiar. Ahora debes realizar tu vida no pensando jamás que se volverán a encontrar, que tus próximas relaciones serán un pasatiempo, que solo estás sobreviviendo. Ahora es cuando debes aprender a vivir.
Tú sabías que en el fondo habían muchas más razones que solo esa; ella. Aquella chica que había comenzado a hacerlo feliz. No te había importado que estuviera con ella, porque quizás en el fondo sabías que volvería a ti como te lo prometió muchas veces, y ahora sabes que esta vez no será así, que decidió estar con ella y finalmente olvidarte. Él tenía demasiada razón… hasta ahora tú estabas viviendo, repletándote de nuevas experiencias, de nuevas caras solo para intentar ser mejor para él, pero lamentablemente encontró antes a alguien mejor que tú. Lo sabías. No eres tan egoísta como para ignorar eso, así que lo dejaste ir, una última vez.
Aquella tarde en que se marchó del lugar, no sabías como reaccionar, y solo olvidaste, hasta que en la noche un par de copas y una conversación con una amiga te recordaron cuan miserable eres, y en qué posición estás. Ahora estás aquí, jugando con una persona para no perder a otra, intentando hacer feliz a otra persona mientras te convences de que no sientes nada por ella, luchando con un pequeño sentimiento que se albergó de un momento a otro en ti y no sabías que sentías y lo niegas y reniegas, convenciéndote de que te gusta otra persona sólo porque se llevaron bien inmediatamente. Es cierto, tu vida es un desastre, con un montón de nombres y apellidos que te rechazan brutalmente o que a veces te buscan, mientras tu no eres capaz de darle nada más que palabras bonitas, mientras prometes y juras y rejuras que todo saldrá bien, cuando en realidad estás comparándolo con tu relación con él, con lo que sentías por él, con lo que te hacía sentir él, con el cambio que solo te provocaba la presencia de él. Cualquier sentimiento parece mínimo frente a él, y lo sabes, siempre lo sabes, pero aún así intentas cultivar algo en vano que sabrás que no resultará.
Paf. Esa es la respuesta; sabes que no resultará porque lo esperas a él… y ahora… ¿a quién esperarás? Paf. Otro golpe que te lleva a dormir a la azotea de uno de los edificios que visitabas cuando eras niña, mirando todo aquel brillo nocturno que puede darte un día martes convirtiéndose en miércoles, teniendo un frasco en la mano con las pastillas del día, y de los anteriores que no te gusta tomar, mientras en la otra mano una botella de coca cola te saluda. “¿Seré capaz de volar esta vez?” y sonríes ante la idea de lanzarte, pero prefieres dormir, prefieres quedarte dormida lentamente, como si estuvieras hundiéndote en el techo, mientras caes suavemente piso tras piso, arriba de alfombras, sillones, juguetes que haces añicos, y caes, solo sabes que caes.

No hay comentarios: