martes

Primeros Amores.-

Sola y aburrida estaba, cuando vi una agenda que le pertenece a mi hermana abierta. Leí sin querer lo que decía, esperando encontrar cosas como “amo mucho a mi mamita”, “odio estudiar” o ese tipo de cosas que uno escribe cuando es una niña de siete años, sin embargo encontré algo como “Amo a…” “es que es tan inteligente y divertido…” y me sorprendió. ¿Mi hermana, ama a alguien? Me reí por ser una de esos primeros amores infantiles que uno recuerda con cariño después de un tiempo. Recuerdas perfectamente por qué te gustaba, donde se sentaba, y quizás anotabas las cosas que hablaban, sin olvidar los típicos corazoncitos y su nombre escrito mil veces en todos los cuadernos.
Continué haciendo mis cosas de costumbre, hasta que mi mamá mucho más tarde (es más, hace una hora jaja) encontró una carpeta con mis dibujos y trabajos de cuarto año. Veía divertida mis dibujos, hasta que encontré en uno una carta que le hice a un niño que me gustaba. La había olvidado completamente, aunque en mi mente seguían aquellas palabras grabadas, reprimidas, que nunca entregué por ser tan tímida, y, es más, la carta ni siquiera estaba firmada por mí, sino por tu “amor secreto”. No podía creerlo, y reí demasiado ante la posibilidad de tener un amor, con nueve años, y más aún que fuera secreto, sin embargo, el recuerdo de aquel niño, su sonrisa… y… no. Era solo eso. Me gustaba solo por su sonrisa, y ni siquiera hablábamos. Me gustaba porque era uno de los niños más populares a los que todas querían, y yo también era una de las niñas populares a la que todos querían, por lo tanto debíamos estar juntos, no cabía otra posibilidad en mi mente, pero jamás le hablé. Podía manejar y hablar con cualquier persona a mí alrededor, pero a él no, aunque nunca lo intenté.
¿Pero que sabría una niña de siete años o de nueve acerca del amor? Nadie nos habló de aquello, solo salía vagamente en algunas películas, en algunas series, en algunos libros. Nadie explicaba con detalle que sería tener mariposas en el estómago, que sería ponerse nerviosa y no poder hablar, que sería hacer estupideces cada vez que uno lo viera, o sonreír idiotamente ante cualquier cosa. Nadie explicaba con detalle que no se podía explicar con detalle que es el amor. Lo peor de todo, es que hasta ese momento creí que lo que sentía por aquel niño era amor, pero no, era solo un juguetito más que porque todas lo querían yo también lo hacia. No, no, no. El amor estaba en otro lugar, uno más cercano, uno que me iba a buscar todos los días al colegio, y me llevaba de la mano para que no corriera impulsivamente hacia cualquier lugar, uno que me invitaba a jugar a su piscina mientras su perro se metía en ella, uno que me hacía sonreír todos los días de mi vida, uno con quien rodaba en el parque La Bandera, uno con que almorzaba y me tiraba tallarines, uno con quien lloraba y no me dejaba de abrazar hasta que dejara de hacerlo, uno que me regalaba hojas cada otoño, uno que me prometió que jamás me dejaría sola, ni siquiera ahora.
¿Pero que iba a saber una niña acerca del amor?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me acuerdo cuando te llevaba de la manito y te decía: Barbie, no te sueltes de mi!

Y ahora te digo lo mismo: Barbie, no te sueltes de mí! :)